Nadie como Nietzsche habría podido leer tan a fondo en su siglo a Kierkegaard, que seguiría en danés y casi olvidado hasta que en la última década del siglo XIX, ya hundido el primero en la locura, Georg Brandes se pusiera a traducirle y emprendiera una gran campaña para difundirle a la vez que a Nietzsche: un emparejamiento significativo en el mismo misionero ateo. (José María Valverde, 1988: 11)

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      El cistell és buit