Miles Davis dirige, apunta el camino, da la entrada y frasea en el corazón del tema para dejar clara la impronta de su trompeta, para trazar la atmósfera del concierto. Con sordina, pareció terciopelo. Sin ella, la intensidad de su soplido aun fue perceptible. El silencio, la delicadeza, el ritmo y la furia se volvieron a dar la mano. ('Por siempre Miles', Luis Hidalgo; "El País", 10/11/1989: 50)

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