Aunque no exento de cualidades, la deplorable salud de Carlos II lastró su atención a los asuntos de estado. Sin embargo desde 1685, el nuevo primer ministro, Manuel Joaquín Álvarez de Toledo, conde de Oropesa, consiguió frenar el desorden financiero de la monarquía hispánica y en cierta medida su decadencia, hasta que fue apartado del poder en 1690. (François Lebrun, 1991: 533)

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