Son más bien los evangelios, y especialmente el de Juan, los que sitúan aparte la particularidad judía, e insisten en la separación de los cristianos de esta, y no el discurso de Pablo, tendiendo a recabar, después del levantamiento judío, la benevolencia de la autoridad imperial, alejando la propuesta cristiana de su destinación universal, y abriendo el régimen de exclusiones. (Badiou, 1999: 111)

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